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martes, 15 de mayo de 2012

SAJA, AL FONDO DEL VALLE

de A.R.S.

Rodeado de montañas, y atravesado por el río que lleva su mismo nombre, se encuentra el Pueblo de Saja, perteneciente al Municipio de Los Tojos.
Es un pueblo sencillo, sin grandes casonas ni monumentos, sin ostentación alguna, a no ser, la de la propia naturaleza, que hace aquí gala de sus montes, sus prados y de sus paisajes.
Saja es un pueblo abierto hace pocos años al Turismo, existen varias Casas de Labranza y un Restaurante, en los que serán muy bien recibidos, pero la actividad principal de sus vecinos ha estado y está ligada, a la ganadería y al aprovechamiento de los bosques. Durante muchos años, una fuente importante de los ingresos de las familias provino de la saca de subastas de madera y de la elaboración de aperos de labranza para uso propio o para vender en las ferias de Castilla. Todavía podemos dar un paseo por los portales de las casas y encontrarnos con verdaderos ARTESANOS elaborando mangos de azadas, rastrillos y cebillas.
Como la mayoría de los pequeños pueblos de montaña, en los últimos años la población ha envejecido, los jóvenes buscan trabajos fuera, hay más casas vacías, ya no se escucha el jaleo de los niños jugando por las calles…, pero aún así invito a todo el mundo a visitarnos, a quedarse aquí, a ver el humo de las chimeneas atravesando las brumas de la mañana, a despertarse con los campanos de las vacas cuando salen por la mañana a la cuesta, a dormir acompañados por el murmullo del río, a recorrer nuestros montes y a disfrutar de la naturaleza y de nuestras gentes.

 SAJA (Los Tojos) 428 m. de altitud.
63 hombres y 41 mujeres (INE, 2010).

viernes, 16 de marzo de 2012

LLENDEMOZÓ, LA EXCEPCIÓN DEL ABANDONO

Los pueblos de la comarca, hasta los afectados por una obstinada despoblación, continúan soportando su integridad de forma sorprendente. Llendemozó tiene la particularidad de ser nuestro único pueblo abandonado en la comarca, y por eso hemos invitado a Martí Pie (gracias, amigo Martí), que ya ha demostrado ser un apasionado cronista del valle del Saja, a que indagara algunos detalles de ese lugar tan especial.  

 por Martí Pié Boada (La Oca en el Océano)

Llendemozó, en el valle de Cabuérniga, es un pueblo hoy abandonado en su vida cotidiana. Está situado en la margen derecha del Saja, a 500 m. de altura sobre una elevación a media ladera. Se ubica entre las localidades de Renedo y Correpoco, en el antiguo camino que enlazaba la costa con la meseta, el mismo camino que siguieron los foramontanos que repoblaron Castilla o el que siguió Carlos V a su arribada a España. un camino ancestral que se remonta a tiempos pre-romanos y que hoy ha quedado fuera de uso. A comienzos del siglo XX se abrió la carretera actual que pasa por Fresneda y Saja cayendo en desuso el antiguo camino, lo que sería la presumible causa del posterior abandono de Llendemozó a finales de los años 50. En los años 60 ya no vivía nadie ahí. Hoy en día, gracias a la restauración de alguna casa para uso vacacional y a la recuperación de la romería a la iglesia también reconstruida, el pueblo ha recuperado algún vigor.

Para documentarme con el fin de escribir el presente artículo fui a hablar con el señor Manuel Gómez, hijo de unos de los últimos vecinos de Llendemozó. Me puntualizó que el nombre del pueblo sería en realidad Llandemozó: así lo denominaban sus habitantes y así estaba escrito a la entrada. Hasta no hace mucho, todavía se entreveía el cartel donde se apreciaba la “a” de Llandemozó. Se contaba en la localidad una historia que daría explicación al nombre: caminaban un viejo y un mozo por el camino foramontano cuando el mozo se quedó rezagado, el viejo – que le precedía – le instó a que caminase diciéndole : “¡Llanda! ¡Llanda, mozo!”. De ahí pues, si atendemos a esta historia, vendría el topónimo. Se puede interpretar como una referencia al camino que rigió la vida del pueblo. El escritor Manuel Llano lo denominó como Llendejosó; no he encontrado a nadie que pudiera darme razón de esta nombre ni tampoco lo he encontrado reflejado en otro lugar. Vivían en Llendemozó hasta seis vecinos, seis hogares, casas que se pueden contar hoy en día entre las tres que están restauradas y las tres de las que se adivinan los restos de sus muros exteriores. En la localidad se cultivaba maíz, patatas, alubias... La ganadería se centraba preferentemente en la cría de ovejas. Entre los vecinos había al parecer una buena armonía y el nivel de vida, para los parámetros de la época, era bueno, tanto que incluso podían permitirse el contratar criados para el cuidado de las ovejas, criados que normalmente venían de Correpoco y que, al decir del Sr. Gómez, se encontraban tan a gusto que no querían irse de allí. Desde luego el lugar es encantador, es un sitio tranquilo, abierto y despejado, con buenas vistas y aire límpido. En aquellos tiempos de esplendor había una bolera en el pueblo y las casas – como se aprecia en las que quedan – tenían buen porte y acabados. Viniendo de Renedo, la primera edificación que encontramos se encuentra bastante antes de llegar, en la zona de “la Acebosa”. Se trata de la casa conocida como “Casa Blasonada” y luce en su fachada un escudo perteneciente a las casas de Cossío y Terán. Más adelante, unos pocos centenares de metros antes de llegar al pueblo, se encuentra la desviación que conduce a la iglesia. Recientemente restaurada, de hermosa estampa, se trata de una ermita dedicada a San Antonio donde se celebra romería cada 14 de agosto. Se levanta majestuosa sobre un altozano que protege a la localidad del frío del norte y que ofrece una dilatada panorámica sobre el valle. La factura de la ermita corresponde a los siglos XVII y XVIII aunque habría sido erigida mucho antes. En el interior se encuentran restos de un retablo con madera policromada.

Llendemozó recibe al visitante con un humilladero - un “santucu” dedicado en su día también a San Antonio - hoy con el techo hundido y que era lugar de devoción tanto para los habitantes como para el viajero que seguía el camino. El pueblo desciende un poco y en el interior de una de las casas de la parte baja se pueden encontrar piezas como el horno de hacer pan situado en el piso alto - un horno con una bien acabada cúpula -, el espacio donde se ubicaba la cocina con el suelo de madera rebajado para ubicar un “cojín” de tierra con el que evitar riesgos de incendio, barandillas trabajadas y el artesonado del techo inferior. Cuando visité Llendemozó con motivo de este artículo, encontré unos albañiles restaurando una de las casas. Amablemente me dieron más información sobre el lugar y me enseñaron la vivienda con los detalles antes citados. Al lado de esta casa corre el agua que sale de una interesante y amplia fuente de sillería.

Entre robledales y acebos, el paisaje se ve presidido por la singular Pica El Cueto. Un cueto es una montaña cónica – como pueda ser la del Castillo en Puente Viesgo – pero ésta es en realidad piramidal. Está situada entre tres localidades (Llendemozó, Correpoco y Viaña) y precisamente conforma una pirámide de tres caras bien definidas. La regularidad de sus vértices apenas queda interrumpida por dos salientes: uno más pequeño y otro más grande que reciben respectivamente el nombre de “el Cerezuco” y “el Cerezón”. La piramidal Pica El Cueto tiene tres vertientes, está flanqueada por tres pueblos y tiene tres picos.

Llendemozó, aún despoblado, ofrece al visitante una calidez que deja un recuerdo de bienestar. Un lugar agradable, de una belleza serena y equilibrada, un balcón desde el que otear por un lado el valle y por otro las cumbres que lo coronan.

martes, 13 de marzo de 2012

UNA COMARCA... DE AGUA



El mismo día que en Marsella se celebra el VI Foro Mundial del Agua, donde se pretende advertir del problema mundial de que casi 1000 millones de personas vivan privadas del acceso a agua potable… nosotros podemos presentar este video promocional de nuestra comarca en el que el agua… es nuestro mayor tesoro… y tanto…

miércoles, 29 de febrero de 2012

RUTA SAJA NANSA EN COCHE: LOS DESFILADEROS

Recorrer todo lo que esta comarca da de si en una sola ruta no sólo es imposible sino que además, es una tremenda equivocación desde el concepto: vivimos en un espacio que hay que disfrutar poco a poco.
Hoy, aconsejados por nuestros amigos de Paisajes paraRespirar, os proponemos una ruta en coche que atraviesa alguno de los espacios desconocidos de nuestra comarca cuyo valor único ya le darían valor para formar parte de lo que solemos calificar de… imprescindibles.
Nuestra ruta, de trazado circular arranca desde Unquera, el paraíso del hojaldre convertido en corbata y última puerta que nos separa de la vecina Asturias. Por la carretera que atraviesa Pesués accedemos a la CA-842 que nos dirige al interior ascendiendo por la orilla derecha del Nansa. Cruzamos Muñorrodero, con dos hitos fundamentales: la cueva de arte rupestre de Fuente Salín, y el comienzo de la impecable senda fluvial que lo comunica con Camijanes.
Cruzamos de orilla por el histórico Puente del Arrudo para desviarnos por la CA 856 hacia el río Lamasón. A escasos metros encontramos el pueblo de Cades, y en el desvío, su Ferrería, una antigua instalación visitable como Museo, terminada de construir en 1752, cuya función era la de producir hierro utilizando la fuerza hidráulica del agua, que se encargaba de mover los mazos y fuelles necesarios para el proceso.
Nuestro camino se eleva en busca de un tajo excavado en la roca por el río Tanea o Lamasón, y que ha sido la única entrada natural al valle que resguarda. La carretera cuelga de la garganta durante unos cuantos kilómetros hasta llegar a Sobrelapeña, pueblo ya masoniego, en cuya Iglesia (que le da valor al nombre del pueblo) ya guarda restos de su origen románico, como aperitivo a la ermita que encontraremos algo más adelante, en La Fuente, con advocación a Santa Juliana y construida sobre el siglo XII. Por la misma puerta de la Iglesia pasa el camino jubilar que nos llevaría hasta Santo Toribio.
La subida por el valle de Lamasón es un espectáculo: pueblos pequeños colgados de las laderas y escondidos en vaguadas frente a una imponente mole de piedra que los protege, y separa de los vientos del norte… Río, Cires, Burió
El ascenso acaba en el Collado de Hoz (o de “joz”, como a los locales les gusta decir). En los últimos metros de ascenso, hacia el lado derecho de la carretera, podemos ver una de las joyas etnográficas de este paisaje, una verdadera “urbanización” de cabañas en muy buen estado dispuestas sobre los praos más benignos,  que nos hablan del importante uso que tuvo este espacio en tiempos pasados.
Pasado el collado estamos en las tierras más altas de Peñarrubia. En un cruce encontramos el bello núcleo de Piñeres a la derecha, y a la izquierda la posibilidad de acerarnos hasta Cicera (de donde arranca una de las más bonitas subidas a pie a la Braña de los Tejos) o tomar la pista que sale de allí mismo y sube por una ladera de castaños, cajigas y hayas hasta el Mirador de SantaCatalina, un balcón (literal) que es, muy probablemente, el mirador más espectacular de esta comarca: la vista del desfiladero, los Picos y las inmediaciones del valle lebaniego son un espectáculo sea cuál sea la hora y las condiciones meteorológicas.
En el descenso hacia La Hermida vamos pasando por todos los pueblos que conforman el municipio: el pequeño barrio de Roza, Navedo, Linares y su TorreMedieval, los dos barrios de Caldas y finalmente el Desfiladero y el núcleo que le da nombre, cuyo Balneario asoma cuando estamos terminando el descenso.  
Una vez en el Desfiladero de La Hermida, giraremos a la derecha en la N 621 para volver hacia la costa a través de un trayecto impresionante entre rocas. Cruzaremos por tierras asturianas durante un trayecto hasta regresar a Unquera siguiendo el cauce del Deva.

viernes, 24 de febrero de 2012

JULIÁN VÉLEZ RETRATA NUESTROS PUEBLOS COSTEROS

Utilizando el mismo guión que hicimos con Belén Ceballos, entrevistamos a Julián Vélez, Alcalde de San Vicente de la Barquera y Presidente de la ADR Saja Nansa sobre los pueblos que se encuntran cercanos a la costa.

¿Qué distingue una población de costa de las demás?

Lo cierto es que hay cierta semejanza entre todas ellas. Si echas un vistazo a cualquiera de las villas marineras, que ocupan cuatro comunidades distintas del Cantábrico, todas guardan cierto parecido: una cultura ligada al mar, un puerto que tuvo más importancia antes que ahora… y sobre todo, una actividad muy diversificada, muy centrada en ofrecer servicios, y eso también termina afectando a cierto abandono de las actividades más tradicionales.

Y la población que vive en estos pueblos… ¿Tiene una forma de ser propia?

Creo que eso puede ocurrir más en el interior, porque el arraigo a la tierra marque más formas de ser, pero nuestra población, la de los pueblos costeros, es muy itinerante. Nuevos vecinos del entorno o de otras comunidades, gente que se marcha y vuelve, y hasta un importante número de personas que aunque no permanecen todo el año nos visitan a menudo. Creo que se definiría más por la diversidad.

Vivir en la costa tendrá sus ventajas y sus inconvenientes…

La ventaja principal con respecto a otros lugares es, sin duda, poder gozar del referente del mar y todas las actividades que permite. La cercanía del mar tiene un impacto directo, es un elemento que hace la vida más agradable, y a eso se le puede añadir todas las posibilidades socioeconómicas y de ocio que permite. También es importante gozar de unas buenas comunicaciones, que suponen un permanente ir y venir de gente; y eso, aunque pude llegar a ser un inconveniente, también es una ventaja.
Y en cuanto a los inconvenientes, tal vez tenga el desarrollo urbanístico excesivo como mal más amenazante, porque termina rompiendo la naturalidad de su espacio a favor de un enriquecimiento que no lo es, eso, cada vez es más evidente.

Para la gente de fuera ¿son estos pueblos destinos de verano o hay interés durante todo el año? 

No podemos negar la evidencia de que durante el verano somos un destino muy atractivo para gente de todo el país, pero yo destacaría que estos pueblos cada vez se muestran más como una estupenda posibilidad para vivir todo el año. Un espacio con mucho atractivo, buenos servicios y unas comunicaciones que nos acercan a todo, que nos ponen en menos de una hora en Santander...
En cuanto al turismo, aunque estamos lejos de desestacionalizacion, la apertura de la Autovía de la Meseta y la finalización de la A8 ha cambiado mucho las cosas, y los pueblos de la costa ya han comenzado a ser un importante destino de fin de semana.

¿Existe un perfil del visitante típico de los pueblos de costa? ¿Qué buscan?

Los referentes han ido cambiando, ya no son los de antes, lo de de venir buscando solyplaya ya no funciona, y la prueba es que tenemos a los visitantes de la comunidad valenciana como terceros en el número de visitas, y ellos viene del solyplaya… ahora buscan otra cosa, nuestros paisajes, la naturaleza y la buena gastronomía, principalmente. La gente que nos visita, generalmente vienen de capitales grandes, de espacios urbanos.  Buscan un clima menos extremo, el fresquito y atraídos por el paisaje y la buena mesa. Los únicos que se nos resisten son los adolescentes, entre doce y veintipocos años, porque la mayoría de sus intereses los encuentran más en el espacio urbano de las grandes capitales; y en cambio recibimos muchas familias con niños pequeños.

Y si tuviera que imaginarse un pueblo costero ideal…

Casi casi lo somos… La cuestión que convertiría en ideal a cualquiera de nuestros pueblos de la costa sería encontrar equilibrio entre los residentes y los visitantes. Somos pueblos que en verano pueden multiplicar su población por tres, y eso ocasiona un gran esfuerzo para todos que es difícil compatibilizar. Nuestra referencia debe de ser la población que permanece todo el año y buscar la forma de que pueda ser suficiente para los demás. No nos interesa seguir creciendo, no nos interesan segundas residencias, porque lo mejor que tenemos, justamente es eso, nuestro estupendo espacio natural: tenemos unas playas magníficas que todo el mundo alaba; la de san Vicente acaba de conseguir de nuevo la Q de calidad sin haberla tocado, es una playa prácticamente natural, sin chiringuitos, ni paseo marítimo; tenemos que ser capaces de entender que no podemos tener de todo, y que urbanizar, en muchas ocasiones, va en contra de lo que podemos considerar un servicio o un espacio de calidad.

miércoles, 22 de febrero de 2012

BELÉN CEBALLOS RETRATA NUESTROS PUEBLOS DE INTERIOR

En nuestra última edición en papel  de Azul y Verde hemos presentado dos entrevistas cuyo objetivo es mostrar las de nuestros pueblos costeros y nuestros pueblos de interior.
Esta primera entrevista, representando a los pueblos de interior, la responde Belén Ceballos, alcaldesa de Los Tojos, y Presidenta de la Mancomunidad Saja Nansa.


 Un espacio tan particular como es el de los “pueblos de interior “debe de tener unas condiciones particulares propias...  ¿qué es lo que distingue un espacio de interior de los demás.
 Hay pueblos de interior muy distintos por las dimensiones o por la geografía en la que están, pero creo que lo que hace que un espacio de  interior sea verdaderamente especial es la actitud de sus habitantes, porque son capaces de vivir bien con mucho menos, se conforman con una pequeña parte de lo que disponen y necesitan los habitantes de pueblos grandes. Hemos aprendido a lo largo de los años a conjugar y compensar el poder vivir junto a la maravillosa naturaleza  que nos rodea con las importantes carencias que eso nos ha ido suponiendo.

Es evidente, por tanto, que existe una forma de ser definida, propia de la gente de interior...
 Claro que sí. La gente del interior, generalmente, es noble, honrada y bondadosa. La forma de vivir nos ha ido enseñando a ser así. Tal vez seamos también algo introvertidos, y podamos parecer algo más tímidos o huidizos de lo que realmente somos, pero ha sido esa forma de vivir que hemos llevado, de pasar muchas horas en soledad.

Como en cualquier otro sitio, vivir en un pueblo de interior debe de tener su ventajas, pero también sus inconvenientes...
 Es evidente que nuestra mayor ventaja es vivir rodeado por la naturaleza y de los animales, o también la paz y tranquilidad que se respira en nuestros pueblos. Es nuestro tesoro más codiciado por la gente de las ciudades o de los pueblos grandes. Pero esa misma riqueza pisajística y natural también puede convertirse en un inconveniente en algunos casos: todo el espacio que rodea a nuestros pueblos suele estar bajo alguna figura de protección o declarado urbanísticamente como “de especial protección”, lo que puede suponer, por ejemplo que un joven de nuestro pueblo no pueda arreglar una cabaña o hacerse una casa nueva en algún terreno de sus padres, y claro, eso puede terminar en que busque otro lugar  como residencia. 
En cualquier caso, es posible que nuestra mayor carencia sea la falta de un medio de transporte eficaz y la deficiencia en temas de ocio y tiempo libre. Con una solución para esto y con lo que advertíamos antes, seguro que mejoraría el asunto del envejecimiento de la población.

Para muchos de los que visitan estos pueblos, pueden parecer lugares de temporada, pero ¿qué podemos encontrar en estos pueblos que les conviertan en un destino interesante para todo el año?
 Fundamentalmente la tranquilidad que se respira en el pueblo, la paz, lejos de ruidos, humos y estrés.
La vida en el pueblo se vive de forma más lenta y sosegada, y eso, en estos tiempos, es un privilegio. Además, aunque en el verano se intensifica la actividad, nuestros pueblos ya son también el punto de referencia de los aficionados al senderismo y a los deportes de montaña o de naturaleza, y eso cada vez va siendo menos estacional, cada vez hay más gente que nos visita en la época de la berrea, en busca de los colores del bosque en otoño, cuando aparece la nieve…

Parece ser, entonces que existe un perfil del visitante típico de los pueblos de interior? ¿Qué es lo que vienen buscando ?
 Suele ser un turismo más bien familiar,  generalmente, personas en torno a los cincuenta años, y vienen, principalmente desde las grandes ciudades; aunque cada vez hay más movimiento de gente de todo tipo que se ve atraída por la tranquilidad y la belleza de los pueblos y el entorno, y vienen a caminar o a pasear.

¿Cómo sería el lugar ideal para vivir en el interior?
La verdad es que, como ya he dicho, necesitamos poco para ser un lugar ideal... y además es que ya tenemos mucho de lo que se considera un sitio perfecto para vivir. Podríamos caer en la tentación de pedir tiendas, teatros o polideportivos para nuestros pueblos, pero creo que lo que realmente necesitamos sería una buena accesibilidad a todo eso. Un buen sistema de transporte (que sería vital para las personas mayores) y, tal vez, una buena estructura u ordenamiento rural, que supusiera la existencia de unos pueblos, a modo de cabeceras comarcales, que nos evitasen ir a Santander para determinados asuntos de servicios o de ocio. Y algo más de trabajo, no sé si eso sería ya mucho pedir…

martes, 14 de febrero de 2012

DÍAS DE CARNAVAL

Con los ecos de las saturnales o fiestas del invierno prerromanas o las referencias a Carna, la diosa celta de las habas y el tocino, entramos de lleno en el periodo de Carnavales; ese espacio de tiempo que antecede a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma, y que fue aprovechado durante mucho tiempo para organizar rituales y fiestas públicas donde siempre ha prevalecido la música, el humor y el espectáculo celebrado en la calle.

Nuestra región no es extraña a esta tradición, y llegadas estas fechas nos suelen llegar noticias e invitaciones a unirnos a fiestas de distintos pueblos y municipios.

Nos llega para este mismo fin de semana la propuesta de San Vicente de la Barquera, con su pasacalles y fiesta infantil para el viernes 17 de febrero, y su concurso de murgas y pasacalles para el 18, sábado.

La semana siguiente arrancan las celebraciones de Cabezón de la Sal, que inician sus fiestas el jueves 23 de febrero con un Carnaval para mayores. El viernes se lo decían a los más pequeños con disfraces karaoke e hinchables, y dejan la fiesta grande para el sábado 25, con un gran desfile de disfraces, la actuación de charangas y un macroesopectácilo de luz y sonido.

Pero sin duda alguna el más original y auténtico de nuestras festividades canavaleras se celebra cada año en los Zamarrones del municipio de Polaciones. Ya son muchos años en los que una estupenda labor de la Asociación Sociocultural Pejanda ha conseguido despertar una tradición perdida durante muchos años. Resulta espectacular poder disfrutar de los barrocos atavíos de los zamarrones blancos (con esa larga vara, el “zamárganu”, que les sirve además para apoyarse en sus saltos) o los ocurrentes zamarrones negros, que son los encargados de escenificar las trovas y comparsas que cada año se componen con temas de la actualidad del valle.

El sábado 25 las comparsas recorrerán todos los pueblos de Polaciones, y tendrán una especial parada en Pejanda, sobre la 1 del mediodía, donde harán entrega de su zamarrón de honor a TELECANTABRIA, “por su reiterado apoyo a la cultura rural y en especial, por la magnífica cobertura informativa de nuestro carnaval, contribuyendo al conocimiento y difusión de una de las señas de identidad más características del Valle.”

lunes, 13 de febrero de 2012

CABUÉRNIGA... AL DETALLE

por Martí Pie Boada

¿POR QUE CABUÉRNIGA SE LLAMA CABUÉRNIGA?

En un escrito de 978 del Cartulario de Covarrubias se puede leer “In Kaornega, illo monasterio Sancti Fructuosi que vocintant illa Mina”. La cita a la población de La Miña (o “Lamiña”, la más antigua del municipio de Ruente) nos permite saber el nombre del valle en la Alta Edad Media: “Caor Nega”. Luego, por deformación derivó al actual “Cabuérniga”. Hasta ahí la historia. Pero si analizamos este nombre que nos brinda el Cartulario podemos tratar de rastrear su etimología. “Caor” es lo mismo que “Car” o “Quer”, o con “k” si se quiere. Palabra de origen prehistórico que hace referencia a la parte prominente (de ahí “cara”) y por extensión a la piedra, a la roca, al punto elevado, a una altura rocosa y, como extensión, a “ciudad” o más propiamente “establecimiento”, pues en - sobre - la roca o lugar prominente se levantaba el hábitat. La palabra “car” hunde sus raíces en la profundidad del tiempo y da nombre a sitios como Karnak en Egipto, Carnac (el mismo topónimo) en Bretaña, Caermarthen en Gales, Cornualles en Inglaterra, Quer Foradat en el Pirineo catalán, Cabuérniga o Carmona en Cantabria. La vocal muta de “a” a “o” (o aparecen las dos conjuntas) o de “a” a “e”; un fenómeno muy frecuente en toda observación filológica. La segunda parte del topónimo: “Nega” (o “Niga”) lo encontramos de forma repetida en topónimos como los señalados “Car-nac”, “Kar-nak”, “Cor-nualles” (o “Cor-nwall” en inglés)... “Nega” a solas lo encontramos en la localización de “Noega” en Asturias, “Noya” en Galicia, “Noja” en Cantabria, “Anoia” en Cataluña, parece ser que también “Noriega” (en Asturias), etc... Y en todos estos nombres, amén de su evidente relación fonética con “anegar”, acostumbra a haber un punto en común: una leyenda que les vincula con la llegada de Noé, el patriarca que se salvó del Diluvio. O los que se salvaron del Diluvio: en plural. En América, los nahuas se consideran supervivientes de una gran inundación que sepultó en el océano a su patria original. También los inuits tienen una leyenda que narra como algunos pocos se salvaron del gran diluvio. La misma palabra: nahua, inuit, Noé, Noega... Noega hace también referencia concretamente - según la leyenda - a una nieta de Noé. En Noya, en Galicia, la tradición cita su arribada a esa localidad para repoblarla tras el Diluvio. Noega tiene el significado de “relativa a Noé”. Cabuérniga - Kaor Nega -, puede bien ser pues “la población (el establecimiento, la ciudad) de la de Noé” (o “los de Noé”). En Cabuérniga, en sitios elevados como atestiguan los menhires de Sejos o las estructuras tumulares de la Braña de la Haya (Carmona) y de la Braña del Pozo (Valle), se habrían podido establecer algún día los supervivientes de la gran inundación que acabó con la cultura que nos legó las pinturas de Altamira, El Castillo, Chufín, El Pendo, Covalanas, El Pindal, etc... Y tuvieron buen cuidado de levantar su nuevos hábitats en lugar encaramado: no fuese a caerles de nuevo el cielo sobre su cabeza... y alcanzarles el agua.

¿POR QUÉ EL VALLE DE CABUERNIGA ES “REAL”?

El valle de Cabuérniga o Caórnega estuvo bajo la dominación de la casa de Mendoza-de la Vega, punto confirmado por sentencia real de Juan II en el año 1444. Este dominio señorial sobre tierras habitadas por gentes de behetría dio lugar en 1544 a un pleito que se entabló en 1544 y que se conoce como el “pleito de los Valles” pues comprometía a Cabuérniga junto con los otros valles de las Asturias de Santillana. Dicho pleito no sería resuelto hasta 1581 y en tal resolución se reconocía el realengo de estas zonas. Quedaban bajo el rango superior del rey en detrimento de su vasallaje anterior.

viernes, 10 de febrero de 2012

EL MONTE CORONA

por Jesús González González

Me vio nacer diminuto, y a él yo le conocí siendo siempre un gigante. Ochenta inviernos llevo viendo desnudarse de hojas sus robles recios, y ochenta primaveras sus brotes verdes me dan testimonio de que la vida renace constantemente.

Cumbres doradas por el sol, donde cada mañana las aves entonan sus trinos, y hondonadas de húmedos líquenes donde, en constante renuevo, se multiplican los microorganismos… Y por cumbres y hondonadas la elegancia del corzo estilizado, la tozudez del jabalí, y la cautela del zorro astuto. Y tasugos, comadrejas, garduñas y ginetas con otros mustélidos de menor cuantía dan vida a este monte de mis recuerdos…

Impertérrito, sigue el gigante… Ofreciendo la belleza de la frondosidad de sus robledales, hayedos, y estilizados abedules a la vista del turista curioso. Y mostrando rincones bucólicos, y ermitas centenarias y altozanos con panorámicas de ensueño.

Yo guardo del Monte Corona otros recuerdos que me atan a él como la naturaleza nos ata a los pechos de una madre… A Corona fueron a pastar las vacas y ovejas cuya leche nos sirvió de sustento en la penosa posguerra. De Corona se bajaron carros y carros y de rozo para mullir las camas de nuestras bestias cuyos desechos transformados en estiércol abonaron las tierras que tantas boronas permitieron partir y repartir a los hijos, poco menos que famélicos, de aquellos padres de entonces.

Y su leña fue fuego inagotable que ardió sobre el llar de todas las casas donde al calor crepitante de sus astillas de roble, se cocieron pucheros de alubias con berzas y patatas mezcladas con menguados trozos de tocino y muy contados chorizos.

En torno a esas lumbres calentamos en invierno los críos de entonces las manos doloridas de frío y las orejas hinchadas de sabañones, mientras nos recostábamos en el regazo amoroso de la madre o de la abuela y nos adormecíamos escuchando la historia de un cuento fascinante.

miércoles, 8 de febrero de 2012

CABROJO

Por Frédéric Frament

CABROJO (Rionansa) 200 m. de altitud.

17 hombres y 10 mujeres (INE, 2010).

Vivir en Cabrojo es una gozada porque es un pueblo pequeñísimo, tan cerca de la naturaleza que estás inmerso en ella, con todo lo que ello conlleva de sorpresas y de encanto. El aire está como más transparente, y la paz es tan absoluta que el simple campano de una vaca, o algún ladrido destemplado te puede sobrecoger.

La gente de Cabrojo es trabajadora y seria, y es muy acogedora para el recién llegado, como bien nos consta a nosotros. Se granjean cariño y estima, y son uno de los principales motivos que hacen que te sientes a gusto.

Pero vivir en este pueblo es un reto en la medida en que, aunque otrora fuera un pueblo principal, está muy venido a menos y sufre de inexorable despoblamiento. Los mayores recuerdan las huestes de pillos que allí vivían, e incluso enseñan al forastero las casas en que se criaban, algunas sepultadas bajo unas fortificaciones de malezas. Tanta paz a veces es como preocupante, no quedan casi niños, y los que hay no tienen con quien jugar.

En lo que se refiere a servicios y otras necesidades de la actual manera de vivir, Rionansa no falta de nada, ni de servicio de salud, ni de bancos, farmacias comercios de toda clase e incluso supermercados. Aquí el panadero te trae el pan a casa, cosa que no sucede a menudo en las ciudades. A los que se asustan de la distancia, y aseguran que Puentenansa está lejos de todo les suelo contestar que está muy cerca de Carmona y de Lamasón. Pero es cierto que hay que estar dispuestos a recorrer a diario un gran número de kilómetros si se quiere ir a trabajar a algunos de los grandes centros urbanos de Cantabria.

Éste es el reto principal.

ARENAL

de Ángeles Sánchez Gandarillas

La playa es un lugar increíble con tres únicas fronteras, el horizonte, las montañas y nuestro pensamiento.

La playa de Merón, inmensidad infinita de granos de arena, cómplice del sol y el aire, para curtir nuestra piel y mejorar la salud durante el invierno.

Este kilométrico arenal alberga muchos secretos. Silencios enamorados, paseos en libertad donde la limitación es el sanador Mar Cantábrico. Cuando está agitado, lo cabalgan oscuros y aventureros surfistas... Cada trozo de playa es un mundo suave y dorado.

Recibe en el otoño a la ocla, algas arrancadas del fondo por las marejadas. Las recogen los “ocleros”, incluso, por las noches; resuenan los tractores en un devenir de luciérnagas mecánicas sobre la playa, el fuerte olor a mar recorre todo San Vicente. Las secarán sobre los prados para reconvertirlas en el agar-agar.

Sobre la playa, se ven caminitos de unos milímetros de anchura, que desaparecen mágicamente. Son de cámbaros minúsculos, medirán un centímetro, blancos o tostados; corren de lado, sobre todo, cuando consiguen llevarse las gusanas o cebos de los pescadores de playa, enterrándose rápidamente de espaldas en sus cuevas.

También hay almejas de arena, amañuelas, de cáscara finísima; se sabe donde moran por dos agujeros que forman en la arena, producidos por los sifones que utilizan para respirar y comer. Verlas desplazarse a flote, es una maravilla, lo hacen porque almacenan aire en su interior. Son delicadas de carne y sabor.

Había un muro que partía la playa de las olas en dos, para evitar los desplazamientos de la arena; ahora, duerme tapado por ella. De niños, nos divertíamos corriendo por encima en carreras donde la meta era la Peña del Zapato o la mar, o devorar sobre él aquellos inmensos bocadillos caseros...

...Los extraordinarios huevos de raya, las pulgas marinas... ¡Un mundo de oro!

jueves, 6 de octubre de 2011

La Asociación Cultural y Deportiva Fuenteventura y sus Jornadas Micológicas

De Rubén Tuero Tuero

De las múltiples asociaciones que hay en Val de San Vicente dos tienen su sede en Luey, la Peña Bolística Luey y la Asociación Cultural y Deportiva Fuenteventura que fue la primera que se creó en el ayuntamiento y de la que, en la actualidad, soy presidente.

Nuestra asociación lleva más de dos décadas de andadura y a día de hoy cuenta con un centenar de socios, la mayoría de ellos vecinos y amigos del pueblo.

Año tras año organizamos diversas actividades, la mayoría de las cuales se desarrollan en las Antiguas Escuelas del pueblo recientemente rehabilitadas y que habitualmente comparten jóvenes y mayores. Porque eso sí, las actividades que desde la asociación se ofertan son aptas para todos los públicos: cursos de formación, talleres, charlas, rutas, proyecciones… y la que viene siendo en los últimos años una de nuestras actividades estrella: las Jornadas Micológicas de las cuales encontrareis información a continuación y que este año celebran su XVI edición.

Es una cuestión de implicación, de compromiso la que hace que estas pequeñas asociaciones funcionen. Es vital el entusiasmo, el empuje de los socios para que todas y cada una de las actividades que se proponen sigan adelante, ya que sin la colaboración de todos nosotros estas pequeñas asociaciones terminarían desapareciendo.

Por ello, a través de estas líneas quiero por un lado dar las gracias a todas las personas que trabajan por y con nosotros en las diferentes actividades, no sólo a las que pertenecen a Fuenteventura sino también a otras asociaciones como los Cabreaos de Abanillas, Berellín de Prellezo , Aramal de Pechón, Santa Ana de Prío… con las que colaboramos habitualmente y por otro lado animar a todas aquellas personas que quieran formar parte de una asociación que se acerquen a la nuestra o a cualquier otra que les interese.

Finalmente os cuento lo que vamos a realizar en XVI Jornadas Micológicas en Luey y os invito a participar en las mismas.

Lo primero contaros que este año las fechas elegidas para el inicio de las jornadas son el 5 y 6 de noviembre, días en los cuales se realizará la exposición y la degustación de setas como en años anteriores. Posteriormente, en la semana del 6 al 13 de noviembre se realizarán las siguientes actividades:

-Jueves 10: Día de la Micología dedicado a los más pequeños, con la colaboración de los alumnos del Colegio Fuente Salín de Pesués.

-Viernes 11: Magosta popular gratuita seguida de concierto Rock

-Sábado 12: Fiesta de la Sombrilla en la que haremos una cena popular y un baile con orquesta hasta altas horas de la madrugada

Y como fin de esta semana micológica el domingo 13 al mediodía podéis acercaros al concurso de tortillas con la posterior degustación de las mismas.

Este año y como novedad se realizará a finales de noviembre un curso de Cocina con Setas para el cual hemos contado con la colaboración de la Asociación de Desarrollo Rural Saja Nansa, que está abierto a todos los habitantes empadronados en la Comarca Saja Nansa y también realizaremos una marcha colectiva por la montaña cántabra para admirar el bosque otoñal, la cual publicitaremos unos días antes.

Esperamos veros por Luey. Saludos cordiales

viernes, 2 de septiembre de 2011

SAN PEDRO DE CAVIEDES

de Ángeles S. Gandarillas.

Es un placer disfrutar de la antigua carretera nacional en verano, el frescor de los parajes naturales donde los bosques llegan a las márgenes del camino, y descubrir monumentos antiquísimos y pueblecitos con encanto.

Al salir de Treceño, dirección Oviedo, se vislumbra en un alto San Pedro de Caviedes. Su población es escasa, en su mayoría jubilados y antiguos vecinos de vacaciones, retornan a las casas familiares, bien conservadas y mejoradas, respetando la estructura de la vivienda rural. Quedó atrás su ocupación habitual de entonces, el trabajo agropecuario.

Tiene una ermita en honor al patrón, San Pedro, de estilo románico, s. XI. Son dignos de resaltar varios sarcófagos en piedra de la misma época; en una de las tapas se pueden leer varias inscripciones. Posiblemente alojaran a personajes de raigambre; los que están troceadas dejan ver el vaciado del interior para la colocación del cadáver.

El exterior de la ermita, mantiene la forma estructural del antiguo románico, sencilla, rectangular, de recias y lisas paredes, en ellas se distinguen piedras procedentes de los sarcófagos; lo mismo ocurre con dos dovelas del arco de medio punto de una de sus entradas, todas con inscripciones de los recipientes mortuorios.

El interior es un hemiciclo humilde y su altar, emula al de Santa María de Lebeña, tiene forma de prisma rectangular con gravados radiales o estelas. Hay reproducciones de dos imágenes policromadas y rostros inexpresivos, igualmente de estilo románico; las originales fueron llevadas a restaurar y quedaron en el Museo Diocesano de Santillana del Mar. El techo es de madera.

El exterior está cementado y preparado para acoger a posibles camperos. Fueron los sacerdotes de la zona quienes promocionaron la reparación del templo, a raíz de una visita de los alumnos de un instituto de Cabezón, a la por entonces abandonada, ermita de San Pedro.

En esta zona hay un importante patrimonio de ermitas y humilladeros denominada, “La ruta de las ermitas”, rodeadas por montes y bosques repletos de vegetación, arboledas centenarias, caminos y calzadas romanas, riachuelos, paisajes silenciosos y agrestes. Ha habido una regresión pues se han asilvestrado las antiguas fincas; un cambio de necesidades respecto a la dedicación de antaño a la ganadería o los cultivos y la naturaleza ensancha sus fronteras. Se ven cada vez más frecuentemente, rebecos, zorros, ardillas, nutrias en los ríos, aves rapaces e incluso, abundan los pequeños y coloridos jilgueros de trinos delicados.

viernes, 12 de agosto de 2011

RUTA LITERARIA POR... SAN VICENTE DE LA BARQUERA

No cabe duda de que la mejor manera de conocer un lugar es caminando, paseando por sus calles y deteniéndose en los detalles, conviviendo con la gente que lo habita y que lo convierte en único… Pero otra forma interesante de viajar es a través de la lectura, conociendo lo que otros contaron, buscando la mirada que otros pusieron en el mismo lugar que tu visitas. De la combinación de estas dos formas de “pasear” surge la propuesta de conocer diferentes lugares de la región a través de las llamadas Rutas Literarias por Cantabria.

De las 9 rutas propuestas en la región, 5 de ellas (Valdáliga, Ruente, Val de San Vicente, Cabezón de la Sal y San Vicente de la Barquera), corresponden a nuestro territorio, así que iremos repasándolas para conocer mejor la propuesta de cada una.

La primera que os presentamos es la de San Vicente de la Barquera que recorre un trayecto de 7 km desde La Barra (1) al Cabo de Oyambre (12), pasando por el Santuario de la Virgen de la Barquera (2), el faro (3), la capilla de la Virgen de la Guía en Boria (4), la cueva del Cúlebre cerca de los acantilados (5), el Puente Nuevo, el Castillo del Rey (7), la Iglesia de Santa María de los Ángeles (8), el Convento de San Luís (9), el Puente de la Maza (10) y terminar en las playas (11)

El folleto que nos servirá de guía (puede conseguirse en la Oficina de Turismo o descargarlo directamente desde la web del Ayuntamiento) nos va ofreciendo fragmentos literarios de Jesús Cancio, de Gerardo Diego, Cela y otros autores, que nos van acompañando y ofreciendo una visión más poética o más literaria de todo cuanto vemos, de cada uno de los puntos marcados en el itinerario.

Así describe, por ejemplo, Galdós su llegada a la villa en Cuarenta leguas por Cantabria: “... vencidos por los cerros que dominan la ría, se distingue el incomparable panorama de San Vicente



viernes, 5 de agosto de 2011

COMO SIEMPRE... CELIS, MI PUEBLO

de Mary Pérez.

Mi pueblo es Celis, perteneciente al Municipio de Rionansa y no me preocupa demasiado pecar un poco de prepotencia, pues el orgullo de pertenecer a un pueblo tan bonito es mucho mayor que cualquier duda que yo pueda tener de proclamarlo con tanta naturalidad. Celis es un pueblo al que la naturaleza ha favorecido en primer lugar por su enclave. Es un punto intermedio entre el mar y la montaña, estamos en el mismo centro de una ruta histórica por el protagonismo que le dio el mejor escritor costumbrista de nuestra provincia en la novela "Peñas Arriba", Don José María Pereda; aunque mi crónica se la dedique a mi pueblo no está de más hacer un poco de historia de los lugares y situaciones de un entorno bastante próximo a nosotros, o por lo menos en el recorrido de la novela que tanto protagonismo dio a esta ruta. Cuando Pereda se ambientó en el pueblo de Tudanca para escribir su famosa novela, se sabe que solo pasó un día o dos en dicho pueblo, y que pernoctó en la Casona de Tudanca invitado por los dueños de la casa a los que les unía una antigua amistad. Lo que creo, sin temor a equivocarme, es que para llegar a Tudanca no pasaría por Celis, pues siguiendo la ruta mas lógica ésta sería desde su pueblo de Polanco pasando por Cabezón de la Sal, o bien entrando por Virgen de la Peña, vía Cabuérniga, quizá atravesando la collada de Carmona hasta llegar a Tudanca. Este viaje creo que lo emprendió por cuestiones políticas.

Pero si el gran escritor no llegó a pasar nunca por mi pueblo, por Celis, sí queda constancia que lo hizo el protagonista principal de la novela y sobrino de aquel señor de la famosa "Casona", Marcelo, en el emocionante capítulo en el que describe como bajando montado en el "espeluznado jamelgo" aguas abajo, tiene, al llegar a la desembocadura del Nansa en Tina Menor, el impulso de escapar en el ferrocarril que por allí pasaba por la Estación de Pesués, hacia los espacios abiertos que tanto añoraba desde el día en que, cumpliendo el deseo de su tío enfermo, acudió desde Madrid, donde disfrutaba de una vida llena de lujos y comodidades, para hacerse cargo de la herencia y obligaciones que su tío quería depositar en él antes de morir.

Hoy Tudanca tiene como pueblo turístico todo el protagonismo histórico que Pereda le dio en su novela y es una ruta que recorren cientos de personas que desean conocer aquella famosa "Casona" de la familia de los Cuesta, pero no se pudo olvidar que en el siglo diecinueve en el que está ambientada la novela, para el joven Marcelo, aquel pueblo, por muy hidalga que fuese la casta de su tío, tuvo que ser un choque tremendo.

No viene mal alargar un poco la introducción del relato sobre mi pueblo si con esto conocemos un poco mejor el entorno que lo rodea. Celis está enclavado en un valle en el que el pueblo en sí, con su mies, va en ligera caída hacia la vaguada por la que discurre el Río Nansa en su prisa por llegar al mar.

Desde el propio pueblo el río no es visible pero si la hoz por la que discurre y los diferentes senderos o veredas que nos acercan a él, en un paisaje muy montaraz y de gran belleza. El Nansa siempre fue un río muy truchero al que acuden en tiempo de pesca numerosos amantes de este deporte. Las montañas que rodean a Celis sin ser sus cumbres no demasiado altas si son lo suficientemente protectoras para crear un microclima que lo protege y lo abriga, aunque esto puede resultar bastante engañoso, pues cuando el "gallego" se cuela por el "Monte Arria" y se cruza con el que baja de los montes y las colladas de Carmona en el pasadizo de el "Escajizo", el choque puede se terrible: en la memoria de todos están el vuelo de los tejados de nuestras casas cuando este fenómeno nos hace su acostumbrada visita otoñal.

Por lo demás, el clima es bastante benévolo y se ha hecho famoso el dicho de que en el pueblo de Celis nunca se hielan los geranios en invierno.

Además de esto, Celis tuvo en años pasados una vida muy activa industrialmente hablando, pues, aunque sus raíces son ganaderas las minas de la antigua Compañía Asturiana, y la Empresa Saltos del Nansa dieron prosperidad y desahogo económico en unos años en los que en otros pueblos de nuestro entorno mucha gente tuvo que emigrar para ganarse la vida. Este auge económico se vio favorecido por lo que se dio en llamar trabajo mixto, pues en la mayoría de las familias, al ser un trabajo de relevos, podían compaginarlo con una agricultura y una ganadería que, aunque en mucha menor escala, todavía tiene un cierto protagonismo, aunque no sea más que por lo mucho que aquí se trabajo en el campo años atrás.

Cuando hago mención a las montañas que rodean mi pueblo en las que en lo alto de sus cumbres se encuentran las praderías más importantes, los invernales, que, aunque costoso y sacrificado, eran con el acopio de su hierba, la tranquilidad que las familias tenían para el sustento del ganado en los meses mas crudos del invierno.

De estas cumbres una en particular es la mejor seña de identidad de nuestro pueblo, es nuestro "Picu Bon". El "Picu Bon" como siempre lo hemos llamado los "celorios" tiene, visto desde Celis, la forma de un cono invertido, su cabeza son como enormes peñascos y sus laderas se van estirando a derecha e izquierda mientras su falda llega en caída hasta el mismo pueblo al que a veces protege y otras castiga, pues los desprendimientos y argallos de sus laderas han sembrado la alarma en bastantes ocasiones cuando en tiempos de lluvia se forman sus torrenteras. Sus cumbres, por la izquierda y por la derecha, visto desde el mirador de "El Escajizo", tiene la forma de una dama que alarga la cola de su vestido de fiesta hasta dejarla caer por la derecha en los montes de la Florida. Por la izquierda (siempre visto desde su frente) va un poco renqueantes salpicado de buenas praderías hasta darse la mano en las "Peñas de la Espina".

Siguiendo con nuestras montañas, "Trespeña" con sus esbeltos picos como el del "Castillo" nos permite contemplar diariamente otro de nuestros mejores paisajes. Así con el "Picu Bon" al norte, las cumbres de "Trespeña" al sur, "Cueto Jormazu" al nordeste y "Montes de Arria" al sudeste son lo más importantes guardianes que rodean nuestro pueblo, aunque hay más y no de menores merecimientos.

Aunque las empresas antes nombradas favorecieran económicamente nuestro pueblo, en Celis contamos con otros atractivos muy importantes, aunque en otro orden; sus casonas de la mejor estampa montañesa son muchas y muy bien conservadas, sus corredores llenos de flores y elegantes galerías, así como los jardines que las rodean son muy admiradas por quienes nos visitan.

En lo religioso las Iglesias de San Pedro y San Roque así como las capillas de San Antonio en Riclones , San Juan en Celucos y El Carmen en el barrio del mismo nombre, creo que todas del siglo XVIII, tienen un gran valor y su conservación es magnífica. Y que decir del precioso puente que une las dos orillas del Nansa con un arco tan perfecto al que sostienen sus robustos bastiones de piedra, y que por lo importante de su altura y anchura, creo que lo hacen el más importante de Cantabria de la época de su construcción.

En fin que si todo esto no fuese suficiente, lo afable del trato de sus gentes y el que en nuestro pueblo nunca nadie que sea persona de bien se haya sentido extraño, completarían una descripción de mi pueblo en la que cualquiera que quiera visitamos encontrara muchos mas atractivos. Siempre seréis bienvenidos.

¡Ah! Se completaría este resumen con que, en cada lugar del entorno, así como en el mismo pueblo de Celis, sus restaurantes cuentan con una cocina casera muy bien tratada y asequible en su relación calidad-precio.

jueves, 21 de julio de 2011

LUEY (VAL DE SAN VICENTE)

Mª Luz López Purón

Luey es uno de los 14 pueblos que conforman el municipio de Val de San Vicente en el occidente de la comunidad de Cantabria. Pueblo típico donde los haya, de buenas gentes, acogedoras, comunicativas, alegres y participativas. Se encuentra localizado en un enclave de particular belleza, rodeado de verdes prados, donde pastan apaciblemente las vacas, al pie mismo de la cordillera de los Picos de Europa, de la cual posee unas maravillosas vistas. La arquitectura típica de la zona, con grandes casas de piedra de grandes balconadas de madera tallada y cuadras adyacentes, se conserva en la mayoría de los edificios. Entre ellos destaca su Iglesia, ubicada en la plaza del pueblo, lugar de reunión de los vecinos en los actos y fiestas.

El 10 de Agosto celebran su fiesta mayor, dedicada a su patrón San Lorenzo, congregándose una multitud de personas, tanto locales como foráneas. Pero el plato fuerte festivo y gastronómico tiene lugar en otoño, cuando comienza la época de setas, celebrándose en el municipio las Jornadas Micológicas, con gran afluencia de participantes llamados por la creciente fama de esta afición y en donde el pueblo se vuelca en especial para que todo sea un éxito, lo cual llevan consiguiendo durante ya algunos años. En estas fechas hacen coincidir la fiesta de la Sombrilla,(muy concurrida, con disfraces ,entrañable y divertida)

Las gentes del pueblo se reúnen en torno a una Asociación Cultural a través de la cual dinamizan los actos lúdicos y formativos, en talleres o reuniones vecinales, la cual está abierta a todo el que quiera participar.

En definitiva, descubrir Luey es una buena forma de descubrir Cantabria, sus gentes, sus tradiciones y fiestas. Cualquier excursionista, caminante, peregrino o veraneante encontrará entre sus gentes la amabilidad y hospitalidad que se espera de esta peculiar y bella comarca.

POR LAS INMEDIACIONES DE CHUFÍN

Antonio Gómez Fraile

A ocho kilómetros de Puentenansa; considerada hoy la capital municipal, tenemos la aldea de Riclones; esta localidad cuenta con unas cincuenta viviendas, habitadas todo el año al cincuenta por ciento de forma continuada y con una población aproximada de 70 habitantes.

Para llegar a esta localidad, desde Puentenansa; después de salir de Celis hay que cruzar el río Nansa por el puente de La Herrería, que ha sido declarado BIC (Bien de Interés Local) en el año 2003 con la categoría de inmueble. Su construcción parece que fue realizada entre los años 1749 y 1760 con piedra de granito gracias al mandato y al erario particular de D. Juan Gutiérrez Rubín de Celis, natural del barrio de La Herrería y vecino de México, según dejó inventariado en su Diccionario Geográfico Estadístico Hispano el navarro D. Pascual Mador. Tiene este puente una longitud de 15 metros, un gran arco de 99 pies de diámetro (27,6 metros) y 60 pies de alto (16,7 metros). Está coronado por un humilladero, con la imagen del corazón de Jesús, consta de varios estribos de sillería y de tres arcos más de menor tamaño que fueron cegados posteriormente y que amortiguan el esfuerzo de arco principal sobre el río; actualmente se encuentra rodeado por un denso follaje de sauces, alisos, espinos, chopos, laureles, fresnos etc.

Comunica este puente el núcleo de Celis con los barrios y territorios de Celucos y Riclones, la parroquia de San Pedro, el cementerio o camposanto de estos lugares y continua la carretera que atraviesa el barrio de Riclones, para después de pasar el río de Tanea, enlazar con la carretera de Lamasón en el barrio de La Venta de Fresnedo, que comunica los municipios de Lamasón y Herrerías.

Y hablando de esta carretera, no podemos olvidarnos de cuando comenzó a construirse allá por los años sesenta del pasado siglo: cuando sonaba el campano vecinal se reunía la gente y después de tratar de convencer a algún personaje reacio en ceder la orilla de alguna finca, para ensanchar el camino público, en beneficio de todos para que pudiera pasar el médico, el panadero, la ambulancia o el camión de recogida de la leche, salían los habitantes provistos de herramientas, palas, picos y azadones, con el cura del pueblo Don Arsenio Quintanal (hoy responsable de la parroquia de Puente San Miguel) al frente, con la sotana arremangada y una azada en la mano, dando ejemplo y tratando entre todos de nivelar, allanar y acondicionar el firme y anchura para que la estrechez del camino no fuera obstáculo para que pudieran pasar los primeros y escasos vehículos de aquellos tiempos.

Continuando este camino hacia Riclones podemos ver a la izquierda la parroquia de San Pedro y el cementerio de estos pueblos; esta construcción data de los siglos XVI-XVII, consta de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería y un retablo mayor de gran tamaño con torre de campanas exenta, apartada, posiblemente restos de un antiguo monasterio.

Ya en el núcleo urbano de este pueblo y rodeada de una frondosa vegetación,existe una pequeña capilla; la ermita de San Antonio de Riclones S.XVII con un interesante y espectacular porche columnado y un monumental escudo timbrado por yelmo, con talla de gran relieve El día 13 de junio se celebra en esta ermita la festividad de San Antonio de Padua, patrono de este pueblo.

En Riclones existen varias cuevas con pinturas, grabados y restos de útiles de época paleolítica; las más conocidas, investigadas y olvidadas son, Micolón declarada BIC, (Bien de Interés Cultural) en año 2000 y Chufin declarada por La Unesco, Patrimonio de La Humanidad en el año 2008.

También podemos recordar como hasta la década de los años sesenta del siglo pasado por la falta de servicio de agua corriente en las viviendas de estos lugares de estos domicilios; había que ir a buscarlo a la fuente del pueblo con los cubos en la mano. En esta aldea, ese imprescindible líquido elemento se recogía en el “torcu”, una torca, sima o barranco por donde circulaba una corriente de agua subterránea, transparente, limpia y clara; bajando del pueblo por un camino estrecho, serpenteante y sembrado de piedras sueltas esparcidas por el suelo; tapizadas sus orillas de una densa vegetación, se llegaba a este lugar; después de dejar el sendero, sorteando la roca madre, se bajaba al fondo de la sima por unas escaleras de piedra realizadas en tiempos arcaicos o remotos hasta llegar al agua, donde con la poca iluminación que llegaba de la boca de la sima, se llenaban los envases trasportados al efecto y que si ya era una odisea bajar por aquella calleja estrecha, saturada de rocas, cantos y peñascos, podemos imaginar lo que significaba volver con el peso de los recipientes llenos; cuando el tiempo empeoraba y las fuertes lluvias hacían con fuerza acto de presencia, el agua rebosaba por la entrada o boca de la torca, e inundaba una parte de los parajes cercanos a este lugar, lo que provocaba una gran turbiedad que impedía o dificultaba su utilización o consumo.

Pero si odisea consistía en bajar a buscar agua al “Torcu”, no era menos bajar al río a lavar la ropa. A partir del año 1952 del pasado siglo, la empresa Saltos del Nansa construyó un embalse en el río Nansa, a la altura de este pueblo de Riclones, la presa de La Palombera, alterando totalmente la ribera del río, donde las mujeres de Riclones bajaban a lavar la ropa; tipo “lavanderas de Portugal”. Con el cambio de la estructura de los márgenes, en la orilla o ribera de este río y la consiguiente subida y bajada del nivel de las aguas del pantano, la orilla del agua se volvía fangosa, cenagosa y resbaladiza, lo que complicaba la manera; la forma de acercase hasta el agua, convirtiendo estos márgenes, estas orillas, en un riesgo una dificultad y un amenaza para la integridad física de estas “lavanderas” teniendo ellas que desplazarse a otros lugares retirados y alejados en el Nansa o Tanea “con sus cestos a la cabeza” fuera de los niveles del embalse, y por lo tanto a lugares bastante mas alejados del pueblo y por tanto con menos peligro en estas tareas de lavado de ropa.

La vida de estos pueblos ha cambiado en los últimos 30 años de una forma radical; hoy tenemos en todos los domicilios, agua corriente, luz eléctrica, teléfono con ADSL, disponibilidad de prensa, los vehículos tienen acceso a todos los hogares, disfrutamos prácticamente de todas las comodidades de las ciudades y no tenemos el estrés, la tensión, ni el ajetreo existente en las grandes urbes.


PASEANDO POR MAZCUERRAS

PILAR GONZÁLEZ.
Las golondrinas han vuelto de nuevo. El antiguo nido que construyeron el año pasado ha sido reforzado y han puesto tres huevos. Las crias han crecido, ahora están aprendiendo a volar. Apenas despierta, con la cara sin lavar, asómate a la ventana y míralas, sus padres, con infinita paciencia, las enseñan cómo mover sus alas, las animan a volar hasta la viga próxima. Párate. Míralas. Escúchalas.

Pasea entre las casonas y palacios y admira el trabajo de la piedra tallada en sus escudos y blasones de los canteros. Hazlo acompañado de algún libro de Concha Espina y lee alguno de los párrafos de, por ejemplo, “La niña de Luzmela” y siente su inspiración dentro de estos paisajes. ¿Lo sientes?

Siéntate en la bolera y escucha el sonido de los bolos al caer. Habla con sus gentes. ¿Han sacado el emboque? Oye los aplausos.

Vete a los víveros de flores. Están llenos de aromas. ¡Aspira bien hondo! Llévate alguno para volver

Camina despacio, párate, habla con alguno de nosotros. Pregunta por lo que plantan en sus huertos. ¿Han salido las frutas? Pide una, están deseando regalarte alguna para que las pruebe. Prueba con piesco. ¿A que nunca has comido algo igual?

Vete hasta el molino. Te tienes que descalzar y meter tus pies en el agua. Chapotea. Siente su temperatura. ¿Estás sonriendo? A mí siempre me pasa.

Llégate hasta el bosque. ¿Ha salido el sol? Tienes que estar allí cuando el día es soleado. Los rayos penetran entre los chopos e inundan tu cara. Te cargas de energía.

Ven a Mazcuerras. No tengas prisa. Aún tienes que tomarte algo. ¿un vino blanco de sus cubas?. Te esperamos.