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jueves, 21 de julio de 2011

2011 AÑO INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES

Jesús Garzón, presidente de la Asociación Concejo Tres Mares

Las Naciones Unidas han declarado 2011 como el Año Internacional de los Bosques, para concienciar a la sociedad sobre su inmensa importancia, la obligación de conservarlos, la biodiversidad que albergan, las amenazas que les afectan y la necesidad de gestionarlos de forma sostenible para las actuales y futuras generaciones. Sin embargo, los bosques son considerados cada vez más como meras plantaciones de árboles con fines industriales, gestionados por técnicos incapaces de comprender su gran importancia ambiental y social. Interesan solamente sus producciones madereras y el negocio que representa el movimiento de maquinaria pesada para abrir pistas forestales y cortafuegos, con graves problemas erosivos y paisajísticos, o dedicando desorbitadas inversiones públicas a vehículos, aviones, helicópteros, personal y materiales para extinción de incendios, sin invertir en su prevención, y con dudosa eficacia pues requiere incrementar cada año los gastos y los efectivos.

Los técnicos y políticos responsables de la conservación de nuestra naturaleza y de la gestión forestal olvidan con excesiva frecuencia los principios establecidos por la propia LEY DE MONTES: “fomentar sus valores ambientales, económicos y sociales, conservar y restaurar la biodiversidad, crear empleo y fomentar el desarrollo sostenible del medio rural, con participación en la política forestal de los sectores sociales y económicos implicados. Los montes, independientemente de su titularidad, desempeñan una función social relevante, tanto como fuente de recursos naturales como por proporcionar múltiples servicios ambientales, como protección del suelo y del ciclo hidrológico, fijación del carbono atmosférico, mantenimiento de la diversidad biológica y como elementos fundamentales del paisaje. El reconocimiento de estos recursos, que benefician a toda la sociedad, obliga a las Administraciones Públicas a velar en todos los casos por su conservación, protección, restauración, mejora y ordenado aprovechamiento”.

A pesar de ello, una alta proporción de las actuaciones e inversiones que desarrollan los organismos forestales de nuestra Administración sólo contribuyen a generar graves problemas ambientales. Cualquier lluvia intensa o tormenta arrastra toneladas de suelo fértil erosionando nuestras laderas, contaminando y colmatando los ríos y arroyos y provocando frecuentemente argallos y desbordamientos, que afectan a las comunicaciones o causan graves daños y perjuicios a la población. Para averiguar el origen de los procesos erosivos basta seguir el rastro de piedra y lodo que dejan las riadas: en la inmensa mayoría de los casos se trata de pistas, cortafuegos, reforestaciones o sacas de madera, efectuadas sin los mínimos criterios conservacionistas. Incluso las llamadas reforestaciones, financiadas con dinero público, se realizan con frecuencia mediante aterrazamientos del terreno para plantar especies exóticas, como eucaliptus, pinos y robles americanos, que contribuyen a la degradación de los paisajes, los ecosistemas y los usos tradicionales de los montes de Cantabria, destruyendo las praderías con sus valiosos invernales.

Hay que considerar en este sentido la importancia cultural y ambiental de nuestra región, límite biogeográfico a nivel mundial entre los ecosistemas eurosiberianos, ibéricos y mediterráneos, excepcional refugio para la biodiversidad Y muy bien conservado hasta nuestros días, gracias al delicado equilibrio que ha existido tradicionalmente entre los cántabros y su naturaleza. Por ejemplo, la Unesco reconoció en 2008 como Patrimonio de la Humanidad a nueve santuarios del arte paleolítico. Entonces, hace 15.000 años, la actual Cantabria estaba cubierta por vegetación esteparia, característica del clima frío y árido de la última fase glaciar, pero algunos valles abrigados, como Liébana, sirvieron como refugios climáticos, que permitieron sobrevivir a muchas especies de arbolado.

Durante el óptimo climático, entre 8.000 y 4.000 años antes del presente, esto permitió la recuperación de los bosques, que constituyen por tanto elementos relativamente modernos del paisaje, pues se desarrollaron y evolucionaron ya en estrecha relación con las poblaciones humanas, ganaderas desde hace más de 5.000 años. El secular respeto de nuestros vecinos por la gestión de sus montes se manifiesta por ejemplo en las antiguas Ordenanzas de los Concejos, como la Concordia de Bárcena Mayor, que en enero de 1497 ya establecía la usadía y costumbre de tiempo inmemorial, conforme a los antiguos conciertos para el aprovechamiento de los montes, para la subida de los ganados a sus beranizas y para el asoldamiento de los pastores, bajo juramento que primero hagan de hacer bien lo que sobre esto se les encargare, y que todos los vecinos sean obligados a dar pastos y guardia a sus ganados menores, ovejas y cabras y puercos”.

También se preocupaban por evitar los procesos erosivos: “Para evitar los estragos que las aguas hacen en las heredades labradas, por lo pendiente que se hallan, mandamos que cada vecino abra surcos y riegos, y los calces que hay o hubiere en adelante se limpiarán todos los años”. Para el control de lobos y jabalíes: “ordenamos y mandamos que todos los sábados de los meses de abril y mayo vayan todos los vecinos del Valle a hacer monterías y a buscar la cría de los animales dañinos”. Además de la prohibición de cortar ningún árbol de las cerraduras de las heredades y prados en ningún tiempo, también se establecía: “que todos los años, en los meses de febrero y marzo, y las demás veces que la Justicia del Valle lo mande, cada pueblo vaya a cavar sus viveros, sembrar bellotas y abugar la cría de los cagigos al término que cada uno tiene demarcado”.

Confiamos en que el nuevo gobierno emanado de las últimas elecciones autonómicas sepa recuperar la gestión tradicional de nuestros montes, en su triple función forestal, ganadera y recreativa, devolviendo el protagonismo a los vecinos depositarios de conocimientos imprescindibles y a quienes debemos su estado de conservación actual, y acabando de una vez con décadas de inercia administrativa, que tantos daños ha causado a nuestros más valiosos valores naturales, culturales y sociales.

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