Recorrer todo lo que esta comarca da de si en una sola ruta
no sólo es imposible sino que además, es una tremenda equivocación desde el
concepto: vivimos en un espacio que hay que disfrutar poco a poco.
Hoy, aconsejados por nuestros amigos de Paisajes paraRespirar, os proponemos una ruta en coche que atraviesa alguno de los espacios
desconocidos de nuestra comarca cuyo valor único ya le darían valor para formar
parte de lo que solemos calificar de… imprescindibles.
Nuestra ruta, de trazado circular arranca desde Unquera, el
paraíso del hojaldre convertido en corbata y última puerta que nos separa de la
vecina Asturias. Por la carretera que atraviesa Pesués accedemos a la CA-842 que nos dirige al
interior ascendiendo por la orilla derecha del Nansa. Cruzamos Muñorrodero, con
dos hitos fundamentales: la cueva de arte rupestre de Fuente Salín, y el
comienzo de la impecable senda fluvial que lo comunica con Camijanes.
Cruzamos de orilla por el histórico Puente del Arrudo para desviarnos
por la CA 856
hacia el río Lamasón. A escasos metros encontramos el pueblo de Cades, y en el
desvío, su Ferrería, una antigua instalación visitable como Museo, terminada de
construir en 1752, cuya función era la de producir hierro utilizando la fuerza
hidráulica del agua, que se encargaba de mover los mazos y fuelles necesarios
para el proceso.
Nuestro camino se eleva en busca de un tajo excavado en la
roca por el río Tanea o Lamasón, y que ha sido la única entrada natural al
valle que resguarda. La carretera cuelga de la garganta durante unos cuantos
kilómetros hasta llegar a Sobrelapeña, pueblo ya masoniego, en cuya Iglesia
(que le da valor al nombre del pueblo) ya guarda restos de su origen románico,
como aperitivo a la ermita que encontraremos algo más adelante, en La Fuente, con advocación a
Santa Juliana y construida sobre el siglo XII. Por la misma puerta de la Iglesia pasa el camino
jubilar que nos llevaría hasta Santo Toribio.
La subida por el valle de Lamasón es un espectáculo: pueblos
pequeños colgados de las laderas y escondidos en vaguadas frente a una
imponente mole de piedra que los protege, y separa de los vientos del norte…
Río, Cires, Burió…
El ascenso acaba en el Collado de Hoz (o de “joz”, como a
los locales les gusta decir). En los últimos metros de ascenso, hacia el lado
derecho de la carretera, podemos ver una de las joyas etnográficas de este
paisaje, una verdadera “urbanización” de cabañas en muy buen estado dispuestas
sobre los praos más benignos, que nos
hablan del importante uso que tuvo este espacio en tiempos pasados.
Pasado el collado estamos en las tierras más altas de
Peñarrubia. En un cruce encontramos el bello núcleo de Piñeres a la derecha, y
a la izquierda la posibilidad de acerarnos hasta Cicera (de donde arranca una
de las más bonitas subidas a pie a la
Braña de los Tejos) o tomar la pista que sale de allí mismo y
sube por una ladera de castaños, cajigas y hayas hasta el Mirador de SantaCatalina, un balcón (literal) que es, muy probablemente, el mirador más
espectacular de esta comarca: la vista del desfiladero, los Picos y las
inmediaciones del valle lebaniego son un espectáculo sea cuál sea la hora y las
condiciones meteorológicas.
En el descenso hacia La Hermida vamos pasando por todos los pueblos que
conforman el municipio: el pequeño barrio de Roza, Navedo, Linares y su TorreMedieval, los dos barrios de Caldas y finalmente el Desfiladero y el núcleo que
le da nombre, cuyo Balneario asoma cuando estamos terminando el descenso.
Una vez en el Desfiladero de La Hermida, giraremos a la derecha en la N 621 para volver hacia la costa
a través de un trayecto impresionante entre rocas. Cruzaremos por tierras
asturianas durante un trayecto hasta regresar a Unquera siguiendo el cauce del
Deva.
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