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miércoles, 8 de febrero de 2012

ARENAL

de Ángeles Sánchez Gandarillas

La playa es un lugar increíble con tres únicas fronteras, el horizonte, las montañas y nuestro pensamiento.

La playa de Merón, inmensidad infinita de granos de arena, cómplice del sol y el aire, para curtir nuestra piel y mejorar la salud durante el invierno.

Este kilométrico arenal alberga muchos secretos. Silencios enamorados, paseos en libertad donde la limitación es el sanador Mar Cantábrico. Cuando está agitado, lo cabalgan oscuros y aventureros surfistas... Cada trozo de playa es un mundo suave y dorado.

Recibe en el otoño a la ocla, algas arrancadas del fondo por las marejadas. Las recogen los “ocleros”, incluso, por las noches; resuenan los tractores en un devenir de luciérnagas mecánicas sobre la playa, el fuerte olor a mar recorre todo San Vicente. Las secarán sobre los prados para reconvertirlas en el agar-agar.

Sobre la playa, se ven caminitos de unos milímetros de anchura, que desaparecen mágicamente. Son de cámbaros minúsculos, medirán un centímetro, blancos o tostados; corren de lado, sobre todo, cuando consiguen llevarse las gusanas o cebos de los pescadores de playa, enterrándose rápidamente de espaldas en sus cuevas.

También hay almejas de arena, amañuelas, de cáscara finísima; se sabe donde moran por dos agujeros que forman en la arena, producidos por los sifones que utilizan para respirar y comer. Verlas desplazarse a flote, es una maravilla, lo hacen porque almacenan aire en su interior. Son delicadas de carne y sabor.

Había un muro que partía la playa de las olas en dos, para evitar los desplazamientos de la arena; ahora, duerme tapado por ella. De niños, nos divertíamos corriendo por encima en carreras donde la meta era la Peña del Zapato o la mar, o devorar sobre él aquellos inmensos bocadillos caseros...

...Los extraordinarios huevos de raya, las pulgas marinas... ¡Un mundo de oro!

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