El fotógrafo José García Pérez, ha elegido para sus 23 obras el Castillo del Rey, colgados sobre una pared de medievales piedras que contrasta al máximo con cada fotografía, encuadradas con paspartú negro y otras, llenando el espacio hasta un marco mínimo. Esta sala tiene la dimensión justa para acogerlas por su tamaño y cantidad, para así apreciar este reportaje novedoso de la Villa barquereña, que según dicen las crónicas, es “Una de los paisajes más bellos y completos de España”.
José García ha cursado Sonido e Imagen, cumpliendo así su deseo y afición desde la infancia; la composición fotográfica es una de sus preferidas, al igual que el soporte técnico en diapositivas. Comenzó su vida profesional trabajando varios años en Televisión Española y después, en Radiotelevisión Española. Estimó la posibilidad de independizarse y dar rienda suelta a su creatividad.
Inauguró su estudio fotográfico en San Vicente de la Barquera, el 29 de diciembre de 1.994; consiguió hacerse un hueco como fotógrafo profesional y se ha especializado en fotos de estudio, paisajística y sigue desarrollando su actividad creativa. Fue uno de los pioneros en fotografía de soporte digital, año 2001, durante esa transición de la reproducción fotográfica conocida hasta entonces, hizo cursos especializados para adaptarse a esta nueva técnica y renovó tanto el material fotográfico, como los accesorios. Puede afirmarse que está por encima de la media en el terreno digital.
Dice que suele escoger la soledad para hacer esas fotos especiales, rincones solo conocidos por las gentes del lugar, en intimidad, incluso, cobijos en donde un atisbo de ocaso o de luna lo cambia todo. Quizá, en donde los suspiros de los románticos enamorados, queden congelados en unas imágenes que lo definen completamente. La paciente espera de horas o días para fotografiar el tierno cuidado de un ave para con sus polluelos, las luces irrepetibles o el intento de captar el momento insólito de una sensación anímica, es su particular e incansable búsqueda.
Ya sea desde el aire, sobre el muelle, desde una barca a ras de superficie, o consiguiendo los mejores tonos de un sur que enrojece hasta un doble arco iris, paisajes y momentos de luz, de agua; este hombre desnuda de la cotidianidad, las instantáneas ya reproducidas en y por todo el mundo y hace ver un nuevo San Vicente. Intenta plasmar ese disfrute en imágenes, a sabiendas de que el espectador las interpretará según su estado anímico, sensibilidad o tan solo por la estética, que es lo primero que se aprecia debido a su excelente técnica profesional. Busca crear la necesidad de volverlas a ver para descubrir cada efecto, cada detalle o quizá el necesario y relajante suspiro…
Hay fotografías en blanco y negro, sepias o en color, se adhieren a la piel por la novedosa visión del entorno paisajístico o urbanita, de los pesqueros, atardeceres oxidados o los que aparentan ser óleos; pueden conmover barcas decadentes a la espera de una eutanasia material sobre las arenas, abocadas a mar abierto. Se observa un abrazo al mar entre el cabo Oyambre y el espolón, la visión aérea de la forma de un delfín formado en conjunto por la bajamar y la Playona, o quizá el puente de la Maza que parece un raíl solitario, y que envuelve en la anochecida, lo que podría ser una inmensa bahía.
Recoge la instantánea de una ola fascinante por su color y tamaño, hace dudar de su autenticidad; es admirable comprobar el ímpetu de otra ola en ese mismo temporal, rompe sobre la pared del faro, elevándose como un alpinista en más de 30 metros. El reflejo de la a Casa del Mar sobre la ría de Pombo, recogida en un colorido tal, que aparece el movimiento en la imagen, hasta el punto de que algunos espectadores se marearon por ese efecto; la fotografía de la barra en blanco y negro, deja a la vista un supuesto camino al cielo, debido a la marejada de agua translucida que se aupa sobre el rompeolas, convirtiéndose en engañosas nubes sin fin.
Sorprende la fotografía de una punta en tierra con aspecto de cuña, ocasionada por el encuentro del aire a diferentes temperaturas, crea tormentas violentas y rápidas, en esta instantánea entra al mar. La soledad invernal manifestada por la solitaria peña del Zapato rodeada de arena o del muelle vacío de embarcaciones con los amarres a la espera…
Merece la alegría disfrutar del arte fotográfico desde un punto de vista íntimo, un mundo de sensaciones raptadas, llenas de colorido y oportunidad, a pesar de ser algo ya creado, es captado con delicadeza y la suficiente paciencia para conseguir estas obras de arte.
José García Pérez, el hombre que lleva en su hombro la “cámara oscura” con el “objetivo” de obtener sorpresas en “positivo”, que “encuadra” imágenes sensibles a través de la “lente” humana y de la material.
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