Cambera de los Moros. San Vicente del Monte |
Un rápido vistazo por la historia medieval de nuestra comarca nos lleva a
asegurar que la presencia musulmana por el espacio Saja Nansa ha sido
prácticamente nula, ya que este territorio, junto con la zona oriental de
Asturias se mantuvo prácticamente impermeable a los avances de los
conquistadores. Es más, en aquel periodo las pocas referencias de llegada de
población relacionados con el avance omeya será la de los pueblos castellanos
fronterizos que se ven empujados a cruzar los collados en busca de protección,
abriendo algunas vías que alcanzarán importancia más adelante como la de los
Foramontanos, los de fuera de la montaña.
En cambio, resulta interesante la referencia de muchos lugares,
tradiciones y monumentos al término
popular con los que se les conocía, los
moros. Apenas hay un lugar en nuestra comarca Saja Nansa que no tenga cerca
una cueva, una ruina o unas lastras que no anuncien la presencia mora.
Aunque reconocemos que hemos oído hablar de otros puntos que no sabríamos
localizar, podemos hacer un repaso de alguna de las referencias más importantes
en la comarca que presuponen una propiedad o industria de los conquistadores:
LA CAMBERA DELOS MOROS. Calzada romano-medieval en la ladera de la Sierra del Escudo de
Cabuérniga, a dos kilómetros de San Vicente del Monte, en Valdáliga.
LA BOLERA DE LOS MOROS. Restos
de una fortaleza de vigilancia construida entre los siglos VIII y XI, cerca del pueblo de Piñeres en el municipio
de Peñarrubia.
LA LLASCA DE LOS MOROS. Rampa de
agua totalmente natural (aunque parezca obra humana) en las inmediaciones de
Bustriguado, en Valdáliga.
CUEVA DEL MORO. Cueva famosa por sus grabados junto al río
Guado, en las inmediaciones de San Mamés, Polaciones.
CUEVA DEL MORO CHUFÍN. Cueva con yacimiento y
arte rupestre en la orilla del embalse de la Palombera, en la zona de
Riclones, Puentenansa
LAS MORAS DE CARMONA. La mitología local
adjudica este nombre a las anjanas según
la cultura carmoniega, de Rionansa.
Esta coincidencia toponímica se hace más evidente
territorialmente cuando se añaden los casos lebaniegos: en Pendes, el Corral de los Moros; en Bedoya, el Molino del Moro; en Enterrías, los Corros del Moro; en Hoyo Cardoso el Tesoro del Moro; en Lebeña, la Cueva de la Mora; en Cahecho, la Cueva de los Moros; en Lon, el Hoyu Moru; en Argüebanes, la Cueva de los Moros; en Lamedo, la Fuente del Moro; en Bejes; Cueto Moro…
No es una coincidencia que, en su mayoría, resulten ser lugares muy
particulares que reflejan o intuyen la presencia y labor de una población
antigua de la que tan sólo quedan restos, ya sean pinturas, grabados o ruinas.
Es tradicional en otros puntos de la región, e incluso en otros puntos de la
geografía nacional, adjudicar a los árabes el origen de los restos de
monumentos históricos remotos, resultando, en líneas generales, dataciones
mucho más antiguas que son ajenas a la intervención real de los musulmanes
medievales.
Hay distintas interpretaciones de este hecho pero que en su suma,
seguramente, sirvan para explicar la diversidad de los casos. Por ejemplo, el
caso de Carmona y sus particulares moras,
Guillermo Piquero señala el uso antiguo del término “moro” para señalar todo
aquello que tiene un origen pagano o alejado de la común civilización:
…” el origen del topónimo
’moro’ no tiene nada que ver con las personas del mundo musulmán. Para entender
su origen basta con repasar la mitología de nuestros pueblos vecinos, en las
que dicho término y sus variantes se aplican para definir a los primeros
pobladores de sus tierras, que dejaron como testimonio algunos pocos dólmenes,
túmulos y construcciones de piedra que han conseguido sobrevivir hasta nuestros
días.
En Aragón, a los ‘moros’ se
les identifica con una raza humana muy antigua, de gran estatura y fuerza, que
construyeron los menhires y dólmenes pirenaicos. También en esa misma zona, se
conoce como ’moras’ a las hadas que habitan en las montañas. En este mismo
sentido, Manuel Llano recoge la tradición de Carmona y Puente Nansa de
denominar ’moras’ a las anjanas.
’Moro’ fue antaño sinónimo
de pagano, y es muy probable que con la llegada del cristianismo, las gentes
más reticentes a la “conversión” se refugiaran en lugares alejados y de difícil
acceso, como así parece haber quedado reflejado en la toponimia. Esta
identificación con lo pagano también derivo en calificar como ’moro’ a las
personas que no habían recibido el bautismo cristiano.”
Otra teoría con un razonamiento que parece muy acertado es
la que encuentra su explicación en la coincidencia etimológica entre el término
propio de la zona mouro, aplicado a los muros de piedra y el adjetivo latino maurus, moreno, con el que las
tropas romanas identificaban a los mauritanos. La cercanía terminó relacionándolos
semánticamente, hablar de uno de ellos debió llevar a pensar en el otro término.
En esas explicaciones se debate el artículo que dedica Palabra Habitada, Toponimia y Medio Ambiente, de
la Consejería
de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria, cuando intenta explicar el caso
concreto del Mirador del Moro:
Resulta evidente, por tanto, que esa referencia a los moros en nuestro territorio sirve como referencia y testimonio de un pasado remoto indistintamente de su origen. Otra característica propia de este fenómeno toponímico es su localización en las zonas interiores de los valles, por lo que, aprovechando una frase hecha, podríamos terminar diciendo que en Saja Nansa… “no hay moros en la costa”